Ya llevábamos tiempo queriendo ir a Casa Sandalio porque nos habían hablado de que se comía muy gordamente y necesitábamos corroborarlo. Con la pijada de que si no reservas con tiempo los fines de semana y festivos es difícil conseguir un hueco nos asustamos e hicimos la reserva el 14 de julio de 2004. Doce años esperando para ir, os podéis imaginar el ansia con el que llegamos a comer.
Una de las razones de que tengan esos llenos hasta la bandera, aparte de la comida, es que Paula Echevarria y David Bustamante suelen colgar fotos en las redes sociales comiendo en Sandalio. Y claro, otra cosa no, pero en este blog por Busti lo que sea. Somos muy fans de lo que quiera que sea a lo que se dedica este chaval tan saludable, creemos que es cantante.
Casa Sandalio está situado en Perlora, justo frente el Hotel El Carmen. Hay que estar atento porque el cartel es muy pequeño y se puede confundir la entrada con la de una casa cualquiera. En la parte de atrás tiene un parking. En la parte delantera tiene una terrazuca para tomar algo mientras esperas. Una vez dentro, dispone de una pequeña barra, luego un comedor dividido en dos, unas 10 mesas dentro de la casa y otras tantas en la terrazas exterior techada.

Fuimos sin comer en una semana, nueve adultos y tres niñas. De esos días que te levantas con gana de probar cosas. El dueño nos comentó que el menú (9€) constaba de 3 platos, primero sopa de ajo, segundo pote asturiano y de tercero se podía escoger entre hígado encebollado, cachopo de lomo o picadillo con patatas, lo típico para empezar la operación bikini. Siete personas pidieron el menú, y dos atrevidos se decantaron por la carta: una longaniza de Avilés frita (6.50€) también podía ser cocida pero estamos a dieta, media ración de callos (7€), media de cebollas rellenas (4€) y media de manos de cerdo(5€).
Mientras nos traían la comida, pedimos dos medias de patatas bravas (4€) no fuese que luego nos quedásemos cortos. Una ración cocidas y la otra fritas. Como somos muy fans de las patatas fritas, decir que estaban de diez, y más con la salsa brava que las acompañaba. Viendo las patatas sabíamos que íbamos a disfrutar con el resto de la comida después de esto. Desabrochamos un punto el cinturón por si acaso.

Nos trajeron dos bols de sopa de ajo como para dar de comer a toda la legión extranjera, la probamos los doce y todavía sobró. Muy rica, el picante perfecto con trocinos de pan que se deshacían en la boca. Vuestra abuela no la haría mejor.

De la cantidad de pote asturiano que trajeron comentar que haciendo 3 turnos diarios, seguramente todavía daría para el relevo del día siguiente. Las fabas de muy buena calidad, las patatas cortadas en trozos pequeños y la cantidad de verdura justa para hacer un plato exquisito. Sin exceso de grasa que lo pudiera hacer pesado. Nos trajeron el compango por separado. Chorizo, morcilla, tocino y fariñón. El fariñón es un embutido típico de la zona de Carreño y Gozón compuesto por harina de maíz, tocino, sangre, cebolla, perejil y orégano, era la primera vez que lo probábamos y nos encantó, somos muy de morcillas, moscancias y ahora también de fariñones.

Fueron llegando los últimos platos del menú, no dejaban un hueco en la mesa, un plato por cada menú, y la hormigonera funcionando. El picadillo muy bueno y muy suave, nada que amenazase con repetirse horas más tarde. El hígado al ajillo como para acabar con las existencias de pan de todo Carreño. Y el cachopo de lomo sin nada que destacar, rico sin más, pero claro con todo lo que habíamos probado para sorprendernos tendría que haber sido el campeón del mundo de cachopos y además ya sabéis que nosotros somos NO SOLO CACHOPOS.
Entre todo esto, no nos olvidamos de los valientes que se decantaron por la carta, eso sí, sin dejar de probar ningún plato del menú, vamos que tenían “más saque que Esnaola”. Primero la longaniza de avilés, estaba buena, la hemos probado en otras ocasiones cocida y creemos que para este tipo de longaniza esa sería su preparación ideal, frita parece un criollo y se muere su auténtico sabor.
La cebolla rellena estaba como para meterla en una vitrina subirla a un monte y hacerle una ermita, la salsa muy buena, gordona como para comer a cucharadas y la cebolla se deshacía en la boca.
La media ración de manos, estamos pensando que si eso era solo media la ración entera no la come Falete. La primera vez que la comemos con esta salsa. Estamos acostumbrados a comerlas con una preparación similar a los callos, no nos dieron mucho más por eso, las manos en sí estaban bien preparadas.
Por último los callos, otra media ración muy abundante, cortados pequeños y con el toque de picante perfecto, gelatinosos como para quedarte pegados los labios al comerlos.
Todos los platos acompañados de patatas fritas de CAZO. Ya hemos repetido varias veces que somos fans. Estamos con los tramites para abrir el primer club social de la patata frita en cazo.

Todo esto acompañado por un Rioja tinto crianza del 2012 de Herencia de Juan Alcorta de Bodegas Alcorta. Se deja beber para una comida de este estilo.
Cata:
Atractivo color cereza brillante. En nariz destacan los aromas varietales de fruta roja como frambuesa, cerezas y especias. En boca tiene una entrada sedosa y amable con un estallido dulcemente tánico y un final prolongado.

A la hora del postre si toda la comida hasta ahora había sido casera, lo del postre no sabríamos como definirlo, arroz con leche, flan, tarta de dos chocolates y una especie de cuajada con miel, porque ya ni eramos capaces de memorizar el nombre que nos dijo el dueño (no nos quedaba sangre en el cerebro del empacho), increíble, para deciros cual era mejor, tendríamos que pedir el ojo de halcón.
13 mayo, 2016 at 2:44 pm
Muchísimas gracias por vuestras palabras. Mis padres son los dueños, y oir esto es un orgullo.
Esperando que volváis a disfrutar de la comida. Un saludo.
P.D el postre se llama leche presa 😉
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13 mayo, 2016 at 2:48 pm
Volveremos seguro 👍
Gracias por lo del postre porque vaya comedura de cabeza con el nombre jejejej
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30 julio, 2017 at 4:26 pm
Nosotros podemos dar fe de ello, después de 18 años visitándolo
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